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"El amor es un lugar sagrado contra la dureza del mundo" Dic. 2019. |
-Voy a decírtelo por última vez. Cuando se apague, estaremos en el futuro; no sé hasta donde vamos a llegar; mientras avancemos los recuerdos irán apareciendo frente a nosotros, vamos a saber cosas de los dos que tal vez no quisiéramos saber, y no sé si encontraremos las condiciones para volver aquí, a como todo es ahora, antes de que pasen 24 horas.
Ernesto esperó en silencio frente a Blanca, la luz fría de la computadora lo iluminaba directo, haciéndolo ver más pálido de lo normal; le daba la última oportunidad de arrepentirse. Ellos se habían visto por primera vez hace un año, en una convención de ciencia, Blanca buscaba un rostro entre la multitud, pero lo encontró a él y cuando Ernesto le sonrió, nunca nada volvió a ser igual.
Blanca tomó la mano de Ernesto y asintió, en sus ojos se reflejaba la llama que ardía en el control de encendido. Él tomó de su bolsillo una pulsera incrustada por completo de diminutos rubíes -Pase lo que pase, estoy aquí. Ernesto colocó la pulsera en la mano de Blanca.
El dispositivo de viaje intertemporal era compacto y cabía en la sala de Ernesto, junto a la cocina; él selló la puerta de cristal, presionó el control de encendido y vio cómo los risos rojos de ella flotaron suspendidos en el tiempo.
Uno a uno, sus mentes fueron asaltadas por recuerdos mutuos del pasado mientras veían a través del cristal los días compartidos, esa última mañana en el departamento de la colonia Condesa, Ernesto haciendo el desayuno, Blanca bailando, el sonido de cada madrugada en la cafetera.
Vieron de reversa un paseo tomando nieves Roxy meses atrás en compañía de don Miguel, quien aún no fallecía. Y desde su fin hasta el principio, reprodujeron en sus mentes como tantas veces el recuerdo de su primer beso una navidad sobre Insurgentes; la sensación de sus manos suaves sintiendo las del otro, despacito, por primera vez; los autos corriendo hacia atrás con prisa de La Diana al Ángel y del Ángel a la Diana. El vestido rojo, la primera cita. Los ojos entre verde y amarillo de ella, que brillaban como el sol entrando de repente por la puerta a la oficina de él cuando se reencontraron por casualidad, cuando todo comenzó.
Dentro del dispositivo de viaje, una luz roja parpadeaba. Ernesto se estiró para alcanzar sus lentes que flotaban frente a él y configuró nuevamente la navegación; la temperatura comenzó a subir. Blanca se deshizo de su suéter que se elevó y Ernesto presionó un botón. Silencio.
El tiempo se congeló, la mano de Blanca intentando alcanzar su suéter se quedó incrustada en la oscuridad, cortada por una luz azul.
Continuará...
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