Lejos de andar lo ya escrito, vacía del pasado, del olor de esa guerra, de quien fui como una miel buena e infestada de gusanos, se escriben hoy cosas que nunca antes se hubieran pensado, las que se soñaban, esas que hacen dar espalda a la muerte.
Como ha llegado, disfrazado de tiempo extra, el futuro que en toda hora se construía una muchacha como escondite: un cuarto en las alturas de quién-sabe-dónde, donde mirarse mayor y ser abrazada, ser suficiente, vivir a salvo en lo tangible; es preciso que, en honor del que la rescató haciendo todos y aún más que sus sueños realidad, se halle un nuevo libro entre sus manos.
El pasado huele viejo, que esas guerras ya se vencieron; y hoy sigo en mis veintes.
Porque ya no hay que esconderse, porque no es necesario andar arrastrando un pasado bultito feo de piedras con sangre que ya no tienen ni una vena conectada con las mías. Porque al despertar de la pesadilla se tiene la mente tanto allá que por un rato no se puede creer que sí hay vida.
Pos que me la creo.
Pos que escribo.
Pos qué.